El despertar supremo surge de la compresión íntima del fin de la ilusión dualista: el ego es inaccesible puesto que no tiene sustancia. Aunque existe es sin realidad, ku. Por eso no podemos atrapar a nuestro espíritu que no tiene sustancia propia. Es suficiente dejar pasar las ilusiones, dejar que se desvanezcan por ellas mismas, y de esta manera, conformarse al orden cósmico y dejarlo obrar. La concentración se establece entonces sin esfuerzo, inconsciente, natural, automáticamente, puesto que todo dualismo se ha extinguido en la unificación del espíritu fundido en el espíritu.