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Los cristales nos muestran el camino para atraer el espíritu a la materia, para despertar y poner en acción nuestra misión. Nos abren una nueva senda de transformación y purificación en todos los niveles del Ser. Nos enseñan a equilibrarnos, a ir hacia dentro, son armonizadores y nos ayudan a sanar, a encontrar nuestro centro, a enfocarnos sin distracciones, a sentirnos y a evitar la dispersión de la mente inquieta. Son amplificadores, traducen, sincronizan; son verdaderos agentes de cambio. Colaboran con la alquimia interior y nos conectan con el constante fluir de la vida y nos sintonizan con la vibración de nuestra Alma. El verdadero acto de observarnos, cuestionarnos y repreguntarnos cosa que damos por obvias, exige un trabajo de depuración que nos permite acceder a nuestra espiritualidad para que esta pueda fluir hacia los planos más físicos. Cuando la mente percibe este modo de acceder al conocimiento, comienza a liberarse de viejos programas, sistemas de creencias y a nutrirse de lo nuevo. La sanación es un proceso que se construye. La información se presenta en forma simbólica y lo que se sana es el espacio psíquico en el que vivía ese conflicto dentro nuestro. Una vez que se sana ese espacio interno (las heridas) pueden manifestarse en la agüera con acciones nuevas y diferentes a lo que se actuaba en el pasado. Se atraen situaciones nuevas. Los cristales están al servicio de nuestra propia sanación, ayudándonos no solo a despertar consciencia y mirar nuestra vida, sino a crecer y madurar emocional y espiritualmente para vivir una vida plena desde el patrón de nuestra Alma. Este recorrido interno lo hacemos conociendo la Metodología Sabiduría Cristal. El proceso de sanación es una etapa profunda a la que te conducen los cristales. Tienes que formular un propósito claro. Tienes que desear sanar y estar dispuesto a comenzar el proceso de sanación.

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